La Muerte y Todos sus Amigos, Parte Final
Basada y re-imaginada a partir de la canción "Bullets" de Passenger.
Una figura yacía sobre un viejo sofá, tendido y desesperanzado, esperando encontrar algo, un pensamiento, una rima, una palabra sosa que lo sacará de su estado mental, no se movía porque la tristeza lo embargaba. Un hombre cuando hace algo, con sus propias manos, de antemano sabe, sin que nadie se lo diga, que debe protegerlo con cada fibra de su ser.
Pues, poco a poco, letra a letra, una palabra se formó en sus labios, una palabra simple con significado ambiguo en todas las culturas anteriores. Venganza. Una palabra con veneno en cada fonema. Venganza.
Sus manos se movieron y sus secos labios se despertaron y pronunciaron a la innombrable, que bailaba sobre sus labios con inusitada y sensual violencia, dejo de repetirla en voz alta, pero comenzó a retumbar en su mente.
El fue alguna vez un soldado promedio, algo cobarde, pero fue sencillo encontrar un arma, los ladrones se habían llevado su revólver, pero la vieja escopeta de su padre aún estaba bajo su cama, la tomó en sus dedos y los ojos le brillaron, como cuando sabes que harás algo malo, pero nada de eso importa, solo sabes que debes hacerlo.
Salió de su casa, un viejo sombrero de pana negro, una camisa a cuadros que a su esposa nunca le gustó, un pantalón de mezclilla grueso que hacía años que tenía pero que nunca supo quien se lo regalo, y las espuelas que le dieron sus hijos por sus cincuenta años. Su arma entre sus sudorosas manos, sudor en la frente y la nariz, el cabello cano que le caía en forma de flequillo sobre el rostro. Comenzó a caminar, temblaba demasiado para intentar conducir su vieja camioneta, así que solo camino. Era lejos, pero sabía que en el pueblo debían saber algo, y hacía allá se dirigía.
________________________________________________________________________
Entró a una vieja casa de empeño, cerró la puerta tras de sí y leyó en la cara del dependiente el miedo, era ese noseque que cargaba la atmosfera y la humedecía, él dijo:
-Quiénes vinieron hoy, con balas para vender?
-¿Quién desea saber?
-No tengo tiempo para esto, responde, ya.
-Yo tampoco, no sé que buscas, pero pareces desequilibrado, y esa escopeta no ayuda, así que vete.
-Solo respóndeme -acercándose- y me iré, es una pregunta simple, que requiere una respuesta simple.
-Unos tipos vinieron, preguntando cuanto les podría dar, pero no eran balas nuevas, así que les dije que nada. Pero si vendieron cubiertas de plata y tonterías como esa.
-Esa tontería también era mía, no me importaba, pero al fin, era mía.
Dijo, y disparó al tipo del mostrador. El circulo del disparo era perfecto, y todas las balas habían impactado en el cuerpo. La venganza había comenzado. Salió de la tienda, dejando sus tonterías en la tienda, solamente tomó su escopeta y una bandeja de plata.
Caminó y preguntó, por todas partes, visitó a viejos amigos y conocidos, y aunque todos le decían que se miraba deplorable, no menguó su espíritu. Continuó con tranquilidad. Hasta que reconoció el rastro de las ruedas de la camioneta que había estado en su casa. Suspiró y entró, era un viejo rancho grande que tenía fama de embrujado que cambiaba frecuentemente de dueños. Él tocó la puerta, y lo recibieron. Salió un tipo de mas o menos su edad, calvo y canoso. Con bolsas en sus ojos y dientes salidos y afilados. Preguntó: ¿Qué quieres, y quién demonios eres?
-¡Yo, necesito balas!- rugió.
Su rostro cambio, entendió quien era pero no sabía porque venía. Entendía que estuviera furioso, pero no comprendía porque la ira inundaba sus ojos.
El grito alertó a los dos hijos del hombre calvo y salieron del rancho. Se pusieron tras de él y notaron la extraña atmosfera del ambiente. Ese hombre ardía por dentro y no sabían porque, así que preguntaron: ¿Qué demonios pasa aquí? ¿Quién es él?
-Nuestro amigo aquí, busca sus balas.
-Ni siquiera las estoy buscando, solo busco la paz que traen las balas.
Los tres hombres no comprendieron que decía, pero los dos mas jóvenes se miraron entre sí al ver la escopeta del tipo, así que desenfundaron sus revólveres.
-¿Cómo sabían que robar?
-No robamos nada.
-Mentira, ustedes sucias ratas entraron a mi casa y robaron todo, y entre esas cosas, estaban esas balas. Eso no se hace. Los hombres como nosotros dependen de las balas.
-Estas completamente loco. Vete ya, o lo pagaras caro.
-Vine para quedarme-dijo con inexplicable alegría, sus ojos brillaron, y sus manos habían dejado de temblar.
Levantó su escopeta lentamente y los muchachos dispararon sus revólveres al cuerpo del tipo. Gimió de dolor pero no se cayó al suelo. Ellos no entendieron. El disparó, con un dedo y con la otra mano recargaba y colocaba el martillo otra vez en su lugar, en dos segundos se deshizo de los tipos que también dispararon. Ellos cayeron al suelo. Él se tomó del cuello por una bala que le impacto de los muchachos. Él dijo.
-Lo haré rápido, no me interesaban las balas, solo deseaba venganza, y tu me la darás.
-Yo no te....
Y fue alcanzado por el disparo de la sucia escopeta. Cayó hacia atrás y murió.
El tipo, sangrando profusamente por el cuelo, sacó de su abdomen una maltrecha bandeja de plata con dos balas en su superficie. Se desmayó por la herida del cuello, y pensó que debía ser un maldito desgraciado, pero hasta los de su tipo pueden alcanzar la venganza. Y él fue uno de los mejores.
Una figura yacía sobre un viejo sofá, tendido y desesperanzado, esperando encontrar algo, un pensamiento, una rima, una palabra sosa que lo sacará de su estado mental, no se movía porque la tristeza lo embargaba. Un hombre cuando hace algo, con sus propias manos, de antemano sabe, sin que nadie se lo diga, que debe protegerlo con cada fibra de su ser.
Pues, poco a poco, letra a letra, una palabra se formó en sus labios, una palabra simple con significado ambiguo en todas las culturas anteriores. Venganza. Una palabra con veneno en cada fonema. Venganza.
Sus manos se movieron y sus secos labios se despertaron y pronunciaron a la innombrable, que bailaba sobre sus labios con inusitada y sensual violencia, dejo de repetirla en voz alta, pero comenzó a retumbar en su mente.
El fue alguna vez un soldado promedio, algo cobarde, pero fue sencillo encontrar un arma, los ladrones se habían llevado su revólver, pero la vieja escopeta de su padre aún estaba bajo su cama, la tomó en sus dedos y los ojos le brillaron, como cuando sabes que harás algo malo, pero nada de eso importa, solo sabes que debes hacerlo.
Salió de su casa, un viejo sombrero de pana negro, una camisa a cuadros que a su esposa nunca le gustó, un pantalón de mezclilla grueso que hacía años que tenía pero que nunca supo quien se lo regalo, y las espuelas que le dieron sus hijos por sus cincuenta años. Su arma entre sus sudorosas manos, sudor en la frente y la nariz, el cabello cano que le caía en forma de flequillo sobre el rostro. Comenzó a caminar, temblaba demasiado para intentar conducir su vieja camioneta, así que solo camino. Era lejos, pero sabía que en el pueblo debían saber algo, y hacía allá se dirigía.
________________________________________________________________________
Entró a una vieja casa de empeño, cerró la puerta tras de sí y leyó en la cara del dependiente el miedo, era ese noseque que cargaba la atmosfera y la humedecía, él dijo:
-Quiénes vinieron hoy, con balas para vender?
-¿Quién desea saber?
-No tengo tiempo para esto, responde, ya.
-Yo tampoco, no sé que buscas, pero pareces desequilibrado, y esa escopeta no ayuda, así que vete.
-Solo respóndeme -acercándose- y me iré, es una pregunta simple, que requiere una respuesta simple.
-Unos tipos vinieron, preguntando cuanto les podría dar, pero no eran balas nuevas, así que les dije que nada. Pero si vendieron cubiertas de plata y tonterías como esa.
-Esa tontería también era mía, no me importaba, pero al fin, era mía.
Dijo, y disparó al tipo del mostrador. El circulo del disparo era perfecto, y todas las balas habían impactado en el cuerpo. La venganza había comenzado. Salió de la tienda, dejando sus tonterías en la tienda, solamente tomó su escopeta y una bandeja de plata.
Caminó y preguntó, por todas partes, visitó a viejos amigos y conocidos, y aunque todos le decían que se miraba deplorable, no menguó su espíritu. Continuó con tranquilidad. Hasta que reconoció el rastro de las ruedas de la camioneta que había estado en su casa. Suspiró y entró, era un viejo rancho grande que tenía fama de embrujado que cambiaba frecuentemente de dueños. Él tocó la puerta, y lo recibieron. Salió un tipo de mas o menos su edad, calvo y canoso. Con bolsas en sus ojos y dientes salidos y afilados. Preguntó: ¿Qué quieres, y quién demonios eres?
-¡Yo, necesito balas!- rugió.
Su rostro cambio, entendió quien era pero no sabía porque venía. Entendía que estuviera furioso, pero no comprendía porque la ira inundaba sus ojos.
El grito alertó a los dos hijos del hombre calvo y salieron del rancho. Se pusieron tras de él y notaron la extraña atmosfera del ambiente. Ese hombre ardía por dentro y no sabían porque, así que preguntaron: ¿Qué demonios pasa aquí? ¿Quién es él?
-Nuestro amigo aquí, busca sus balas.
-Ni siquiera las estoy buscando, solo busco la paz que traen las balas.
Los tres hombres no comprendieron que decía, pero los dos mas jóvenes se miraron entre sí al ver la escopeta del tipo, así que desenfundaron sus revólveres.
-¿Cómo sabían que robar?
-No robamos nada.
-Mentira, ustedes sucias ratas entraron a mi casa y robaron todo, y entre esas cosas, estaban esas balas. Eso no se hace. Los hombres como nosotros dependen de las balas.
-Estas completamente loco. Vete ya, o lo pagaras caro.
-Vine para quedarme-dijo con inexplicable alegría, sus ojos brillaron, y sus manos habían dejado de temblar.
Levantó su escopeta lentamente y los muchachos dispararon sus revólveres al cuerpo del tipo. Gimió de dolor pero no se cayó al suelo. Ellos no entendieron. El disparó, con un dedo y con la otra mano recargaba y colocaba el martillo otra vez en su lugar, en dos segundos se deshizo de los tipos que también dispararon. Ellos cayeron al suelo. Él se tomó del cuello por una bala que le impacto de los muchachos. Él dijo.
-Lo haré rápido, no me interesaban las balas, solo deseaba venganza, y tu me la darás.
-Yo no te....
Y fue alcanzado por el disparo de la sucia escopeta. Cayó hacia atrás y murió.
El tipo, sangrando profusamente por el cuelo, sacó de su abdomen una maltrecha bandeja de plata con dos balas en su superficie. Se desmayó por la herida del cuello, y pensó que debía ser un maldito desgraciado, pero hasta los de su tipo pueden alcanzar la venganza. Y él fue uno de los mejores.
Comentarios
Publicar un comentario