La corriente del amor (PT 1)
Era un día que apuntaba a ser para nada común de Noviembre, para ser específicos era día 17, nada especial, era el día mas común de todos, sobre todo porque en realidad ese día no iba a ser nada común.
Su nombre era Oliver, había vivido toda la vida en ese lugar, lugar con un nombre evocador de la belleza, Chalatenango, no cualquiera tiene ese nombre. Clima tropical aunque con estaciones frías, era conocido el "choque de culturas" que había en ese lugar.
Oliver era un chico mayor, estaba por cumplir los 19 años, solo faltaban alrededor de 5 meses. No era muy inquieto y no les costaba seguir indicaciones, tenía una muy buena relación con sus padres y con todo el que decidiera hacer contacto con él, su mundo era de acceso rápido y no le incomodaba compartirlo con todo el que quisiera entrar, no tenía hermanos pero lo compensaba con sus amigos, si alguien en su lugar de estudios no conocía a Oliver era extraño, Dios le había preparado para brillar entre sus amigos.
Oliver caminaba un promedio de 2 km hacia donde estudiaba, pero estaba acostumbrado a caminar a paso rápido, siempre lo había hecho y le incomodaba tener que esperar a alguien cuando este caminaba lento, prefería caminar solo, era la manera de pensar, caminar le abría la mente y le daba claridad. Cosa que en este día de enero no le serviría de nada...
Pero antes de hablar directamente de la mañana de ese 17 de noviembre, nos enfocaremos en la tarde y la noche del 16 de noviembre, que también tuvo una gran importancia.
Oliver acababa de llegar a su casa de la Universidad, había salido de todas sus actividades y el ciclo lectivo había terminado, comenzaban sus vacaciones y ese día llegó temprano a su casa, tiró la mochila cerca de su cama, se quitó los zapatos y se cambió la camiseta, se lanzó en la cama de frente y metió la cara entre sus almohadas, nada mas estiró el brazo con fuerza, y quedo profundamente dormido.
Oliver giró y vio una nube densa, una nube esponjosa y con luz saliendo de su interior, la densa nube se abría cada vez mas y mas luz pasaba del interior a los ojos de Oliver, se oyó un ligero clic, y la luz volvió a un grado menos cegador, todo era claro, la nube guardaba en su interior un ramo de rosas en un florero blanco; Oliver lo vió pero no supo que significaba, la densa nube se cerró y rápidamente volvió a abririse para mostrar a una niña de ojos verdes, de unos 9 años, y la nube se cerró, volvió a abrirse y esta vez acompañada otra vez de la luz cegadora, se veía a la luna, claro a un tamaño menor, pero era ella brillando como cada día; La nube se cerró y la luz apareció dentro de ella, pero se torno de color rojo, como la sangre, se abrió rapidamente y ésta enseñaba a un cordero, un cordero brillante, con ojos oscuros y su lana era blanca como la nieve, sus patas eran fuertes y al pisar el suelo se oía un fuerte estruendo, como de relámpago.
La nube se cerró al instante, y la luz con ella, la calma llego y Oliver lentamente descendía hasta tocar la superficie de la tierra, cuando por fin sus dedos tocaron la tierra, se escucho una voz, una voz que no era de mando, aunque no por eso era falta de autoridad, una tierna voz que envolvía todo el lugar
-¿Y que harás tu para mostrar mi belleza?-
Dijo tiernamente la voz. Seguidamente Oliver despertó y ya no pudo dormir en toda la tarde.
Desde ese día pensaba muy a menudo como darle respuesta a esa pregunta, el era un futuro artista, se preocupaba por mostrar cosas bellas, sentimientos, cosas por el estilo, pero el arte a los pies de Dios, ni siquiera lo había pensado, o a lo mejor si lo había hecho, pero como no encontró una fácil respuesta, lo dejo de lado. Después de todo, los artistas de hoy en día deben mostrar la realidad, y lastimosamente, el mundo se empeña en alejar a Dios de la realidad.
Luego de tanto dar vueltas en su cama, sé quedo dormido sin poder darle respuesta a la pregunta "clave", el día siguiente estaba de vacaciones, así que no tenía ninguna presión encima para la respuesta, ¿Qué puedo hacer yo para mostrar la belleza de Dios?
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Despertó al día siguiente, eran las 8:47 A.M. y hacía mucho viento, se levantó y sólo pudo ver a su madre, que lavaba los platos mientras tenía una sopa calentándose en la cocina, saludó a su hijo con un beso en la mejilla, y le dijo que se enjugara la boca, (creo que ya saben porque); así lo hizo su hijo, llenó un vaso plástico naranja con agua que combinaba con los tonos tierra de las paredes de la cocina y lo hizo, al terminar paso al lado de su madre. Ella dijo:
-Hijo, necesito que vayas a la tienda por mí, necesito un par de cebollas, y que te apresures que la sopa ya esta en el fuego.
-Buenooo, solo me pongo zapatos, ya voy.
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Oliver salió de su casa, cerró la puerta de su casa, una gran puerta metálica de colores blanco y negro, comenzó a caminar y sintió las corrientes del viento contra su cara, sentía como bailaba el aire sobre sus orejas y sus cejas y comenzó a correr, cada vez mas rápido, acelerando con todos los músculos de su cuerpo, sus piernas transformándose en sendas locomotoras a todo vapor que rasgaban el aire en dos, dejando una senda cicatriz en la atmósfera, seguía corriendo cuando oyó una voz, un seco: -¡ OYE!- el chico miro a su alrededor y vio a unas cuantas personas pero nadie le hablaba a él, pensó que era algún bromista y le restó importancia. Comenzó a acelerar nuevamente, sus pies sonaban como el galope de un caballo de carreras que corre solo con dos patas, se adueñaba del camino a toda velocidad, tomando las curvas mas cerradas de su joven carrera cuando un -¿¡ Oye, Oliver cierto!?- Esta pregunta si que realmente lo asusto, pues de nuevo no vio a nadie que le hablara y le pareció extraño que conociera su nombre. Mientras reflexionaba, escucho un suave
-Corre hasta el campo cerca del Instituto, ahí sabrás quién soy.-
Que lo termino por aterrorizar por completo.
Era extraño, oyó claramente la voz pero no vió de donde provenía, pensó en hacer caso a la indicación que había oído de ningún lugar pero no estaba convencido de hacerlo, se dió cuenta que la tienda quedaba frente al campo del Instituto y no creía que fuera una coincidencia. fuera lo que fuera que le había hablado, no quería que se retrasara, así que la curiosidad pudo mas que su miedo y nuevamente volvió a pisar el acelerador hasta alcanzar las 8000 R/m, a ese ritmo llego a la tienda rápidamente, compró sus cebollas, y se dirigió hacia el campo que estaba solo al cruzar la calle, entró y no vió a nadie, nada mas que el viento moviendo la suave grama verde del campo; se adentró mas en el campo y no veía nada que le diera información o que le resultara útil. Así que pregunto para si mismo en voz baja, casi un susurro, y dijo:
-¿Quién eres?
Inmediatamente una fuerte corriente de aire movió todo de su sitio, incluyendo el cabello de Oliver junto con la bolsa de las cebollas formando un vórtice de viento que descendía en forma de tubo justo enfrente de los ojos del muchacho, era casi un tornado pero incompleto. El vórtice se deshizo y envolvió a Oliver entre sus corrientes, moviendo al chico por la fuerza de sus vientos, no dejaba de rodear el cuerpo de Oliver, hasta que luego, en un abrir y cerrar de ojos, esa estructura de aire pareció explotar sobre el chico, haciendo visible el movimiento gracias a la verde grama que llenaba el campo y se escucho una voz suave pero sumamente legible que decía...
-Soy yo, el viento. Ahora recoge las cebollas por favor...
Su nombre era Oliver, había vivido toda la vida en ese lugar, lugar con un nombre evocador de la belleza, Chalatenango, no cualquiera tiene ese nombre. Clima tropical aunque con estaciones frías, era conocido el "choque de culturas" que había en ese lugar.
Oliver era un chico mayor, estaba por cumplir los 19 años, solo faltaban alrededor de 5 meses. No era muy inquieto y no les costaba seguir indicaciones, tenía una muy buena relación con sus padres y con todo el que decidiera hacer contacto con él, su mundo era de acceso rápido y no le incomodaba compartirlo con todo el que quisiera entrar, no tenía hermanos pero lo compensaba con sus amigos, si alguien en su lugar de estudios no conocía a Oliver era extraño, Dios le había preparado para brillar entre sus amigos.
Oliver caminaba un promedio de 2 km hacia donde estudiaba, pero estaba acostumbrado a caminar a paso rápido, siempre lo había hecho y le incomodaba tener que esperar a alguien cuando este caminaba lento, prefería caminar solo, era la manera de pensar, caminar le abría la mente y le daba claridad. Cosa que en este día de enero no le serviría de nada...
Pero antes de hablar directamente de la mañana de ese 17 de noviembre, nos enfocaremos en la tarde y la noche del 16 de noviembre, que también tuvo una gran importancia.
Oliver acababa de llegar a su casa de la Universidad, había salido de todas sus actividades y el ciclo lectivo había terminado, comenzaban sus vacaciones y ese día llegó temprano a su casa, tiró la mochila cerca de su cama, se quitó los zapatos y se cambió la camiseta, se lanzó en la cama de frente y metió la cara entre sus almohadas, nada mas estiró el brazo con fuerza, y quedo profundamente dormido.
Oliver giró y vio una nube densa, una nube esponjosa y con luz saliendo de su interior, la densa nube se abría cada vez mas y mas luz pasaba del interior a los ojos de Oliver, se oyó un ligero clic, y la luz volvió a un grado menos cegador, todo era claro, la nube guardaba en su interior un ramo de rosas en un florero blanco; Oliver lo vió pero no supo que significaba, la densa nube se cerró y rápidamente volvió a abririse para mostrar a una niña de ojos verdes, de unos 9 años, y la nube se cerró, volvió a abrirse y esta vez acompañada otra vez de la luz cegadora, se veía a la luna, claro a un tamaño menor, pero era ella brillando como cada día; La nube se cerró y la luz apareció dentro de ella, pero se torno de color rojo, como la sangre, se abrió rapidamente y ésta enseñaba a un cordero, un cordero brillante, con ojos oscuros y su lana era blanca como la nieve, sus patas eran fuertes y al pisar el suelo se oía un fuerte estruendo, como de relámpago.
La nube se cerró al instante, y la luz con ella, la calma llego y Oliver lentamente descendía hasta tocar la superficie de la tierra, cuando por fin sus dedos tocaron la tierra, se escucho una voz, una voz que no era de mando, aunque no por eso era falta de autoridad, una tierna voz que envolvía todo el lugar
-¿Y que harás tu para mostrar mi belleza?-
Dijo tiernamente la voz. Seguidamente Oliver despertó y ya no pudo dormir en toda la tarde.
Desde ese día pensaba muy a menudo como darle respuesta a esa pregunta, el era un futuro artista, se preocupaba por mostrar cosas bellas, sentimientos, cosas por el estilo, pero el arte a los pies de Dios, ni siquiera lo había pensado, o a lo mejor si lo había hecho, pero como no encontró una fácil respuesta, lo dejo de lado. Después de todo, los artistas de hoy en día deben mostrar la realidad, y lastimosamente, el mundo se empeña en alejar a Dios de la realidad.
Luego de tanto dar vueltas en su cama, sé quedo dormido sin poder darle respuesta a la pregunta "clave", el día siguiente estaba de vacaciones, así que no tenía ninguna presión encima para la respuesta, ¿Qué puedo hacer yo para mostrar la belleza de Dios?
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Despertó al día siguiente, eran las 8:47 A.M. y hacía mucho viento, se levantó y sólo pudo ver a su madre, que lavaba los platos mientras tenía una sopa calentándose en la cocina, saludó a su hijo con un beso en la mejilla, y le dijo que se enjugara la boca, (creo que ya saben porque); así lo hizo su hijo, llenó un vaso plástico naranja con agua que combinaba con los tonos tierra de las paredes de la cocina y lo hizo, al terminar paso al lado de su madre. Ella dijo:
-Hijo, necesito que vayas a la tienda por mí, necesito un par de cebollas, y que te apresures que la sopa ya esta en el fuego.
-Buenooo, solo me pongo zapatos, ya voy.
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Oliver salió de su casa, cerró la puerta de su casa, una gran puerta metálica de colores blanco y negro, comenzó a caminar y sintió las corrientes del viento contra su cara, sentía como bailaba el aire sobre sus orejas y sus cejas y comenzó a correr, cada vez mas rápido, acelerando con todos los músculos de su cuerpo, sus piernas transformándose en sendas locomotoras a todo vapor que rasgaban el aire en dos, dejando una senda cicatriz en la atmósfera, seguía corriendo cuando oyó una voz, un seco: -¡ OYE!- el chico miro a su alrededor y vio a unas cuantas personas pero nadie le hablaba a él, pensó que era algún bromista y le restó importancia. Comenzó a acelerar nuevamente, sus pies sonaban como el galope de un caballo de carreras que corre solo con dos patas, se adueñaba del camino a toda velocidad, tomando las curvas mas cerradas de su joven carrera cuando un -¿¡ Oye, Oliver cierto!?- Esta pregunta si que realmente lo asusto, pues de nuevo no vio a nadie que le hablara y le pareció extraño que conociera su nombre. Mientras reflexionaba, escucho un suave
-Corre hasta el campo cerca del Instituto, ahí sabrás quién soy.-
Que lo termino por aterrorizar por completo.
Era extraño, oyó claramente la voz pero no vió de donde provenía, pensó en hacer caso a la indicación que había oído de ningún lugar pero no estaba convencido de hacerlo, se dió cuenta que la tienda quedaba frente al campo del Instituto y no creía que fuera una coincidencia. fuera lo que fuera que le había hablado, no quería que se retrasara, así que la curiosidad pudo mas que su miedo y nuevamente volvió a pisar el acelerador hasta alcanzar las 8000 R/m, a ese ritmo llego a la tienda rápidamente, compró sus cebollas, y se dirigió hacia el campo que estaba solo al cruzar la calle, entró y no vió a nadie, nada mas que el viento moviendo la suave grama verde del campo; se adentró mas en el campo y no veía nada que le diera información o que le resultara útil. Así que pregunto para si mismo en voz baja, casi un susurro, y dijo:
-¿Quién eres?
Inmediatamente una fuerte corriente de aire movió todo de su sitio, incluyendo el cabello de Oliver junto con la bolsa de las cebollas formando un vórtice de viento que descendía en forma de tubo justo enfrente de los ojos del muchacho, era casi un tornado pero incompleto. El vórtice se deshizo y envolvió a Oliver entre sus corrientes, moviendo al chico por la fuerza de sus vientos, no dejaba de rodear el cuerpo de Oliver, hasta que luego, en un abrir y cerrar de ojos, esa estructura de aire pareció explotar sobre el chico, haciendo visible el movimiento gracias a la verde grama que llenaba el campo y se escucho una voz suave pero sumamente legible que decía...
-Soy yo, el viento. Ahora recoge las cebollas por favor...

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